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Blog de actualidad jurídica, legal, TI...

¿Qué nos quedará cuando se pase la borrachera de digitalización?

Después de la borrachera de digitalización no podremos evitar que llegue la resaca. La situación del sector podría calificarse como dramática.

El incesante crecimiento del Estado lleva a la inevitable necesidad de introducir más controles burocráticos: nuevos modelos, más información, más normas, más impuestos, más trabajo.

Gran parte de este trabajo no recae en la ciudadanía sino en la asesoría. Algo que, indudablemente, tensa la cuerda todavía más por ambos lados: nuestro personal necesita más horas de trabajo para llegar y la cuenta de explotación no tiene más ingresos con los que cubrir este coste. Y es que el cliente difícilmente entiende todo el trabajo que hay detrás. Principalmente porque este trabajo muchas veces no aporta valor a su negocio.

Esta situación, unida a un aspersor monetario que ha llegado con la pandemia, ha impulsado la búsqueda a la desesperada de todo tipo de tecnologías, herramientas y aplicaciones. Además se genera una disonancia bestial porque mientras escuchamos cómo chatGPT es prácticamente capaz de todo seguimos ejecutando en nuestro día a día decenas de movimientos repetitivos y manuales.

Y es que no entendemos cómo las herramientas que tenemos en nuestro haber no hacen todavía magia. En algunos casos toda esta infoxicación incluso nos produce vértigo porque no sabemos si lo más inteligente quizá sea cerrar la persiana porque los robots nos van a reemplazar inevitablemente.

Sin embargo, ante toda esta locura, es imprescindible volver a los fundamentales. Y es que el mundo lo movemos las personas. Y un negocio, incluso aquel de mayor alta tecnología, no existiría si no fuese por, en palabras del profesor Huerta de Soto, la función empresarial intrínseca a cualquier ser humano: la creatividad y la continua capacidad de las personas de encontrar solución a cuántos desafíos se nos pongan por delante.

Ni mucho menos quiero restar valor a la tecnología. Considero que es condición necesaria, pero no suficiente. Y aunque todavía seguimos en el subidón de la borrachera, la resaca llegará. Y para entonces lo mejor es estar preparados.

¿Cómo nos preparamos para el mundo que viene?

Lo maravilloso de la historia es que tiene cierto comportamiento cíclico y podemos ver cómo en otras industrias han pasado por situaciones similares, qué aprendieron y cómo salieron reforzados. Y en el sector de la asesoría tenemos un símil maravilloso: la industria de la automoción.

Antes de la llegada de Henry Ford la producción de vehículos se realizaba de forma completamente artesanal. Talleres con el apellido de su fundador en el rótulo construían su reputación sobre su habilidad para hacer las cosas con detalle, trato personalizado, experiencia y cercanía (¿Nos suena de algo esto?). Sin embargo la llegada de la producción en masa, con el liderazgo de las ideas del Fordismo, arrasó con casi todos los talleres. Pelearon por poner en valor su trabajo pero la inevitable reducción de costes, innovación tecnológica y mejora de la calidad que facilitó la producción en masa no les dejó mucha oportunidad.

¿Significa que nuestras asesorías deben convertirse en factorías?

No lo creo. De hecho la producción en masa, después de más de 60 años de revolución empezó a tener sus propios problemas. Y una nueva forma de entender la industria apareció para encontrar un término medio entre el taller y la factoría. Este cambió vino de una pequeña empresa familiar japonesa llamada Toyota y cuya historia recomiendo conocer a través de la lectura de la máquina que cambió el mundo (Profit, 2017).

Los principios de este nuevo enfoque dieron lugar al nacimiento de la filosofía lean y las metodologías ágiles. Principios y herramientas que encajan a la perfección en nuestra necesidad como asesores de encontrar el punto medio entre el taller y la factoría. Sin incremento de la productividad de manera sostenible los próximos años pasarán por encima de nosotros como la producción en masa pasó por encima de los talleres en el siglo pasado.

Y es que la productividad tiene tanto que ver con el modelo de negocio como con el modelo productivo. Si nos centramos solo en «reducir costes«, a través de la automatización, perderemos nuestra ventaja competitiva en el modelo de negocio. Porque el de al lado nuestro también comprará la misma tecnología que nosotros y entonces, ¿Cómo nos diferenciaremos?

Por este motivo debemos volver a poner el foco en las personas. En salir del esquema de autoempleado técnico y todólogo que todo lo resuelve y decide para construir un equipo de alto rendimiento.

Equipo que explote los aprendizajes de Taiichi Ohno y toda la revolución que vino después de él y que se materializó en las metodologías ágiles. Porque es en la creatividad intrínseca a la naturaleza humana de todas las personas que componen nuestro equipo donde encontraremos todas las respuestas. Y además si nos apoyamos en todas las herramientas convenientes, seremos imparables.

Método Consolida, ayuda a las asesorías a incrementar sus ingresos y/o mejorar su organización para aumentar la productividad y rentabilidad.